viernes, 24 de septiembre de 2010

ENEAS 2

Fue entonces cuando algo me desconcertó, un sonido invadió mis oídos, y sobresaltada abrí los ojos. No me lo podía creer, todo había sido un sueño.
Mire a mi alrededor, no sabía dónde estaba. Me senté en la cama y me repuse. Estaba en mi habitación, todos seguía en su lugar. La cama estaba muy revuelta, mire la hora en el despertador y me deje caer en la cama.
En mi cabeza aquel sueño no dejaba de dar vueltas, había sido tan real que aun podía notar la excitación.
Me levante y fui a lavarme la cara al baño. Me mire al espejo, tenía muy mala cara, pese a que el sueño había sido totalmente placentero.
Fui hacia la cocina y me prepare algo para desayunar. Saque el brick de leche de la nevera y me serví un vaso al que añadí un poco de café y un par de cucharadas de azúcar. Lo cogí y me fui al ordenador.
Lo puse en marcha, mientras se iniciaba bebí unos sorbos del café con leche, todavía dándole vueltas al sueño.
Abrí la página de inicio del MSN, puse mi dirección y mi contraseña y espere a que los muñequitos dejaran de dar vueltas, lo que indicaba que estaba listo para ver a mis contactos en línea.
Para mi alegría allí estaba él, conectado y yo deseosa de contarle mi sueño, de que supiera que lo deseo tanto.
Nos saludamos, y como siempre me mando una invitación para abrir las cámaras web. Le advertí que no tenía muy buena cara, pero a el no le importaba, yo le gustaba de todos los modos, o por lo menos era lo que él decía.
Cuando se conectaron las cámaras nos volvimos a saludar, pero en su cara note un poco de preocupación o de seriedad.
Le pregunte que le pasaba y me dijo que estaba un poco mal, porque su mujer terminaba de trabajar al día siguiente y estarían la mayor parte del mes fuera sin poder conectarse.
La verdad es que era una mala noticia, pero no se podía hacer otra cosa.
Le dije que no se preocupara, que ya sacaríamos tiempo para hablar, que nos dejaríamos mensajes por el MSN y que bueno cuando regresara ya hablaríamos.
No me dio tiempo a decirle nada más. Cerró su ventana de repente como tantas otras veces había pasado. Supuse que había llegado su mujer.
Aquel día fue el último que hablamos. Le echaba mucho de menos, pensaba en el cada noche, le escribía cada día, algunas veces obtenía respuesta y otras no.
Casi acabando agosto apareció de nuevo, conectado, feliz. Me dijo que el sábado estaría solo, que era la oportunidad que habíamos estado esperando todo el tiempo.
Su mujer se iba de despedida y no volvería a casa a dormir. La propuesta me gusto, pero me asustaba un poco la idea de ir a su casa. ¿Y si su mujer volvía antes? No quería que pasara algo, el no se lo merecía.
Le dije que lo pensaría, pero que no le aseguraba nada. Durante la semana estuve dándole vueltas, me apetecía mucho estar con él, convertir mis sueños en realidad, pero por otro lado no quería arriesgarme a que nos pillaran. Además tenía un presentimiento en la cabeza, como que no era el mejor momento para quedar. Por qué pasaría algo.
El viernes volvimos a coincidir, el me había escrito algo en su blog. Como imaginaba que sería la noche del sábado si al final me decidía a ir.
Me encantaba su manera de imaginar las cosas, de escribirlas, tenía tantas ganas de poder hacerlas realidad.
Le dije que el sábado por la mañana le diría algo seguro, y que si no coincidíamos que hablaríamos por la noche.
El sábado por la mañana ahí estaba el, esperándome conectado, para ver qué decisión había tomado. Le dije que aun tenía el presentimiento de algo malo, pero las ganas de estar con él podían.
Me dijo que a partir de las 23.00 podía ir. Aquel sábado me paso volando en el trabajo.
Llegue a casa, cene, me di una ducha y me fue camino de su casa.
Cuando ya estaba un pueblo antes del suyo, me encuentro que todos los caminos están cortados, que no se puede acceder por ahí. Menuda mierda pensé, ya sabía yo que algo tenía que pasar. Me pare donde pude y le llame. Tío que mal, le dije. El con la voz apagada me dijo que se imaginaba que había pasado algo por qué no me había visto conectada. Me empecé a reír, ese no era el problema. Le dije que estaba de camino, pero que no podía acceder allí de ningún modo que yo supiera.
Me explico otra forma de llegar, así que me puse manos a la obra. Pero hasta ahí llegaba mi suerte. Por más vueltas que di no fui capaz de llegar.
No podía ser, no me lo podía creer. Desde las 23 que había salido de casa y era casi las 1 y todavía estaba dando vueltas con el coche.
Le llame, le dije que iba de vuelta a casa, que había encontrado el camino para volver, pero no el de llegar. El me dijo que me quedaba la opción de la autovía, pero que si era muy tarde que daba igual, que ya quedaríamos en otra ocasión. Le dije que no podía dejar pasar aquella oportunidad, que no sabía cuándo podría repetirse. Así que fui dirección a la autovía.
Llegue bastante rápido, pero al entrar al pueblo cogí una dirección equivocada. Le llame y le dije por donde iba, me dijo que buscara un Iglesia y que aparcara cerca. Al fin llegaba mi suerte porque al girar la primera calle di con aquella iglesia.
Aparque y me dijo que fuera en contra dirección de los coches, que pasaría un colegio y enseguida estaría en su casa.
El corazón me latía a 100 por hora, al fin íbamos a estar juntos.
La puerta de aquella casa estaba entornada, al empujarla para entrar el tiro desde dentro, dejándome paso.
Allí estaba el, con una sonrisa en sus labios, dándome paso. Fuimos a la sala donde estaba la tele y un sofá rojo. Me pregunto si quería algo. Yo pedí agua. Fue a la cocina y me trajo un vaso lleno. Bebí un sorbo y nos sentamos en el sofá.
Me moría de la vergüenza, y el no paraba de mirarme. Me hacía gracia verlo allí al fin.
Poco a poco se fue acercando a mí. Sus manos empezaron acariciar las mías, recorriéndolas y subiendo por mis brazos muy suave.
Sus labios buscaron los míos, fundiéndonos en un beso suave, lento. Mis manos buscaban las suyas, que recorrían mis piernas y lentamente subían por mis pechos.
El me observaba, miraba mi cuerpo, lo tocaba con suavidad, como dibujándolo de nuevo, y sus labios lo recorrían dándole color.
Cogió mi mano y la llevo a su sexo, estaba realmente excitado y a mí me estaba excitando también.
Mi mano empezó a recorrerle a presionar sobre su sexo, a notar como cada vez estaba más y mas duro. Le desabroche el botón del pantalón y él se los quito. Me encantaba lo que veía, mucho mejor de lo que me había imaginado, de lo que tantas noches había soñado.
Desabroche mi sujetador, y deje libres mis pechos, el los recorrió con su lengua, jugueteando con mi pezón. Mientras mis manos le quitaban el bóxer y dejaban ver toda su hombría. Se sentó en el sofá y empecé a besarle el pecho, bajando lentamente por su abdomen hasta llegar a su sexo duro y erecto.
Tenerlo entre mis manos me excitaba muchísimo. Lo acerque poco a poco a mi boca, jugueteando dulcemente con él. Mi lengua recorría su sexo húmedo, disfrutando de su sabor y de los gemidos que Eneas producía a causa del placer.
Introducí su sexo en mi boca, recorriéndolo con lentitud, sintiendo como cada vez estaba más duro dentro de mi boca, como al llegar al fondo latía dentro de mí. Me encantaba esa sensación de saber que él estaba disfrutando al máximo, que le volvía loco lo que yo le hacía.
El sujetaba mi cabeza, para mantenerla dentro de mi boca hasta el fondo y entonces sacarla, para enseguida volver a introducirla hasta mi garganta.
Estuve un rato jugando con él, haciéndole disfrutar. Luego nos besamos de nuevo y el busco el botón de mi pantalón, que desabrocho con facilidad.
Mis pantalones se deslizaron por mis piernas, y sus manos dibujaron mis muslos descubiertos, hasta llegar a mi culote. Me lo quito sin prisa, pero sin pausar ningún movimiento. Entonces se arrodillo delante de mí, y suavemente abrió mis piernas. Su lengua se deslizo entre mis labios, en busca de mi clítoris, que ya estaba excitado.
Su lengua serpenteaba en mi interior, haciendo que me estremeciera cada vez que me recorría y succionaba mi sexo. Mis gemidos iban en aumento, mi corazón latía cada vez más deprisa y mis movimientos se acompasaban a los movimientos de su lengua.
Lo hacía de maravilla, me estaba volviendo loca, no tardaría mucho en llegar al cielo, y él quería sentirme. Quería que lo hiciera mientras es dibujaba una y otra vez cada parte de mi interior.
Y así llego, mis gemidos muy elevados, llegaba, se lo dije, pero aun así siguió sintiéndome, notando mi humedad, saboreándome.
Me quede quieta, con la respiración agitada. Entonces él me beso, sintiendo mi sabor, disfrutándolo juntos. Se sentó junto a mí y me abrazo.
Me pregunto si estaba bien, le dije que mejor que nunca, que hacía mucho tiempo que no sentía algo así.
Recorrí su cuerpo con mis manos de nuevo y volví a jugar con su sexo en mi boca, hasta que de nuevo estuvo bien dura.
Me puse de rodillas en el sofá y él se puso detrás de mí. Con sus dedos empezó a buscar mi sexo húmedo e introduciéndolos dentro de mí. Los movía delicadamente y cuando los sacaba recorría el trayecto hasta mi culito y empezaba a introducirlos allí. Eso me volvía loca. No pares le dije.
Cada vez mas excitados los dos, me pregunto qué era lo que más deseaba, y le dije que deseaba sentirlo dentro de mí.
Así empecé a sentirle poco a poco dentro de mí, entrando lentamente, moviéndose poco a poco, hasta que estuvo dentro de mí.
Entonces empezó a moverse cada vez más rápido, mientras yo me movía al unísono con él, sintiéndolo dentro, haciéndome disfrutar al máximo. Mis manos recorrían mi sexo, mojado de la excitación, tocaban sin para mi clítoris y entonces ocurrió de nuevo, mientras él me decía que le volvía loco, volví a correrme y caí rendida en el sofá.
Entonces él se puso delante de mí, y empecé a tocarla con mis manos, para luego meterla de nuevo en mi boca, y moverla como nunca, sin parar, hasta que sus piernas empezaron a temblarle y supe que al fin llegaba su momento.
La movía dentro de mi boca sin parar, esperando que llegara para saborear tan preciado tesoro. Para sentir lo que toda la noche había estado esperando. Así que sentí su gran corrida dentro de mi boca, el calor de su leche recorriendo mi lengua, pasando por mi garganta. Ese sabor que hace únicos a los hombres. Fue genial.
El se sentó a mi lado, agotado, pero con una sonrisa en la boca. Empezó acariciarme y a besarme.
Nos quedamos abrazados un buen rato, pero yo tenía que volver a casa, aunque no quería irme de su lado.
Siempre recordare aquella maravillosa noche, esa noche que tanto tiempo espere y al final fue mejor de lo que había soñado.

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